lunes, 16 de agosto de 2010

I am not the great pretender

El Club de la Risa – escuela de psicoterapia creada en Bombay por el Dr. Madam Kataria - sostiene como teoría que si uno mueve el risorio de Santorini y algunos músculos más de la cara para generar una sonrisa o risa, se activa la dinámica de nuestro cuerpo y el cerebro no distingue la naturaleza de la motivación del movimiento. Parece que de todos modos generamos endorfinas, como que el hipotálamo no detecta si te reíste porque algo te causó genuinamente felicidad, gozo, o placer o porque forzaste la mueca. No descarto que frente a la desolación que viven muchas personas en India, niños sobre todo en estado de más absoluta marginalidad, debe ser la única alternativa posible. Crear de la nada algo que no existe. Algo así tan extraordinario como los árabes y sus playas artificiales en Dubái. Es una ruptura con el orden natural. Olas de mentira. ¿Sensaciones de verdad? ¿Quién sabe? Por mi parte lo he intentado un par de veces y no me funcionó, que se yo, volviendo de comprar unas facturas en un frío y gris sábado de agosto, en ese instante en el que se comienza a experimentar penitas en el alma y nuestra fonola mental recupera no se sabe de qué vericueto neuronal el primer verso de la zamba “Flor Azul” y una se encuentra cantando bajito “qué sola me voy quedando mi viejo tunal” y en ese minuto, cuando el ejercicio facial va rozando el ridículo y felizmente una recuerda que tiene una imagen que mantener, al menos en el barrio que la vio nacer, la pavada cesa porque sobreviene una única y absoluta verdad: no se puede simular nada en esta vida. I am not the great pretender. No nací para eso. Las endorfinas recorren mi cuerpo cuando la estoy pasando bien y se meten en boxes cuando no. Simple as that! No hay gestáltica facial que colabore con el bienestar si el bienestar se ha tomado vacaciones hace rato. Una segunda gran verdad se acomoda a la primera, no se puede simular nada y no es que te estás quedando sola. Sos sola. Viniste sola y debes honrar tu existir y manejar los misterios de la vida.
Una carcajada puede ser el inicio de toda una metafísica - Leopoldo Marechal

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