miércoles, 3 de marzo de 2010

Al tiro pa' los cerros...grietas en el alma



Hace poco más de un mes, Chile le brindaba al pueblo de Haití toda la preparación de su cuerpo de bomberos y rescatistas, toda la asistencia ganada en numerosas experiencias sísmicas sin intuir que días después un terremoto 50 veces mayor impactaría en el centro – sur del país la madrugada del 27 de febrero interrumpiendo el sueño y los sueños de miles de compatriotas.
A las 3.34 el megasismo de 8.8 grados en la escala de richter y el tsumani posterior detuvieron todo lo previsto, ubicando a Chile, por más tiempo del esperado - en el mismo año de la celebración de su bicentenario - en un forzado escenario refundacional. El nivel de destrucción es tan grande que sólo queda recomenzar. Ocurrió en el momento menos oportuno del mundo – si es que los desastres tienen oportunidad alguna: a horas de la penúltima jornada del Festival de Viña del Mar en la Quinta Vergara, a pocos días del inicio del año escolar (previsto para el 8 de marzo), próximo a la llegada del Rey de España, Juan Carlos de Borbón, para el Congreso de la Lengua Española en Valparaíso y frente a la expectativa nacional y mundial del traspaso presidencial del 11 de marzo. En segundos miles de proyectos quedaron en la oscuridad.
Reconforta saber que la muestra de unidad de la clase política fue anterior a esta tragedia natural. No los ha unido el espanto. Michelle Bachelet y Sebastián Piñera venían dialogando en un trasferencia de mando coherente, como de esas que los argentinos miramos con envidia, en un clima de genuino trabajo en equipo, sencillez y sentido común que por estos días también demuestra el Uruguay de Pepe Mujica.
Desde todos los sentidos posibles el sismo ha abierto grietas. Bachelet está a días de concluir un mandato impecable con el 83% de popularidad y Piñera pronto a dar inicio a cada punto de su plataforma. Pero el choque de placas alteró el contexto político borrando todo banderismo…ni derechas ni centroizquierdas. Se impone neutral cordura. La magnitud del desastre condujo a la más inesperada decisión político – constitucional: en plena democracia, militarizar las ciudades más afectadas, decretar el estado de excepción, imponer el toque de queda, sacar a la calle camiones hidrantes para disuadir a los saqueadores. Desde mi cosmovisión significaría sumar al desconcierto el triste recuerdo de tiempos de dictadura y represión. Pero Chile tiene un vínculo marcadamente singular con sus militares. Han aplaudido la intervención porque el reclamo de orden - condición sine qua non para comprender y modificar todas las situaciones humanas - no se asocia necesariamente con el descuido de los derechos humanos.
A los que habitamos geografías más amables, menos imprevisibles, nos cuesta imaginar la persistencia. Chile deberá demostrar que es 50 veces más fuerte. Siento que su bandera resume simbólicamente el camino a tomar: blanco, emprender la recuperación en un clima de paz; rojo, poner toda la pasión honrando la sangre derramada y azul, confiar en su buena estrella.
Poco importa que referencie desde mi ombligo de turista que del 16 al 26 de enero estuve por primera vez junto a mi hermana – en un viaje especial para celebrar la vida, la recuperación y para honrar el deseo de mi padre que se quedó con las ganas de conocer tierras trasandinas - 3 días en Santiago, 9 días en Viña del Mar y de pasada por Valparaíso y que muchos de los sitios afectados seriamente en sus estructuras quedarán por siempre intactos en mis fotografías. El moderno aeropuerto de Santiago, su pasarela, la Iglesia de la Providencia en Santiago, el apenas estrenado restauran “Tierra del Fuego” frente al Hotel San Martín en Viña, las calles y casitas de Valparaíso. Podría haber estado ahí porque rara vez veraneo en enero pero no me asalta una preocupación retrospectiva de mi propia salvación. Me asalta una profunda pena. Regresé de mi estadía con pegadizos solgans en mi cabeza: "Chile es un país"..."En Chile te sentís genuinamente un ciudadano"..."Los chilenos son serios, moderados"..."En las calles no hay un papel y los jardines y plazas son increibles". Pero el cinturón de fuego del Pacífico se ajustó demasiado, dejando sin aire y en absoluta perplejidad a millones de almas...las moradoras de rascacielos y las de casitas de adobe...urbanas y costeras…sin distinción.
No es novedad que para muchos, por razones histórico entre otras, Chile se escribe con "C" de controversia. Rara vez se habla u oye hablar de ellos sin mencionar que los logros, el avance procurado en los últimos 10 años se asienta en una profunda brecha económica. Hoy día (como dicen ellos!), con las lecciones pendientes como tantos países de Latinoamérica, escribo Chile con "C" de compasión.
Mientras escribo estas líneas… Una réplica de 6,2 grados en la escala de Richter causa pánico en la ciudad chilena de Concepción.


“Así, cada mañana de mi vida, traigo del sueño otro sueño” (Pablo Neruda)



* * *Chile se ubica a lo largo de una zona de alta sismicidad conocida como el «Cinturón de fuego del Pacífico». Esto es producto del choque tectónico entre la placa Sudamericana y la placa de Nazca y la subducción de esta última bajo la placa continental. El movimiento y la fricción entre estas dos placas tectónicas convierte a Chile en una zona con frecuentes terremotos y alto volcanismo.