Cuando armo y desarmo mis carteras a diario, bolsos para ser más justa, suelo decirme que ya no tengo remedio, que soy una exagerada total al andar cargando tanto peso sobre mis resentidos hombros. Que lógicamente no habrá antiinflamatorio o miorelajante que obre el milagro de aflojar unas cervicales agredidas por semejante ritual al que le siguen horas de tensión en escritorios que desconocen de confort anatómico. Criticada por parte de la familia, asesorada por hermanas para intentar economizar el número de objetos que viajarán conmigo hasta el centro porteño y unas cuantas llegadas tarde al trabajo no fueron exitosas para que la costumbre quede atrás. ¡¡Si al menos la cambiara semana por medio!! Pero no puedo…aunque corro riesgos…aunque me cansa acomodar llaves y pañuelos y neceseres varios…no puedo evitarlo. Me aburre un uso monótono de las cosas y fundamentalmente me tranquiliza saber que todos esos enseres están conmigo “just in case” Los que están a años luz de comprender lo que puede sentir un ser temeroso, con un pasado cuasi fóbico, verán en esto sólo exageración. Los que saben de lo que hablo, leerán “Mujer precavida… vale por dos”.
A minutos del comienzo de Robin Hood, la novedosa versión protagonizada por Russell Crowe, tan gladiador como en Gladiador, en ese tiempito en que una se saca el saco y se pone el pone, mientras se aquieta la acelerada respiración activada en la espera hasta dar con el ticket… sucede lo que predispondría mal a cualquiera y que sólo la magia del cine…únicamente la magia del cine consigue disipar.
Un adolescente que adolecía, entre otras cosas, de equilibrio fue el causante de una chaplinezca escena a minutos del comienzo de la peli que fui a ver con una amiga en el Abasto Shopping aprovechando un par de entradas obsequiadas. A caballo regalado no se le miran los dientes… dice el dicho. Pero por algún extraño mecanismo, parece que una no puede simplemente gozar de las cosas que le llueven de arriba…por ser buena gente.por hacer las cosas bien…y entonces…literalmente algo llueve de arriba…no precisamenente en calidad de bendición:
Unos amarillos y polvorientos nachos cayeron sobre mí, sobre todo lo mío…mi cartera…mi saco…y segundos más tarde…la salsa acompañante…una rojiza mayonesa caliente derivó magistralmente sobre el dorso de mi mano…ganando temperatura a medida que avanzaba mi enojo con la humanidad toda. Miré para arriba…a mi cielo imaginario…y en el idioma de la impotencia mi parlamento fue: ¿Quién fue el idiota que importó esta americana costumbre de morfar en las salas de cine? A dónde quedó el chocolatinero? ¿Qué es eso de entrar con dos interminables vasotes de coca rebajada con hielo de dudosa procedencia? ¿No pueden estar dos horas “alimentándose” de séptimo arte? En general, nunca son bien recibidas estas frases, se las asocia con….como se llama…la locura…y todos intentamos huir de ella. Paradójicamente esta sociedad condena los análisis en caliente…la filosofía de pasillo…100 % Carbajalezca me permito admitir… pero no condena los hechos que ocasionan tales reacciones. Somos un pueblo manso…con una mansedumbre boba, peligrosa, egoísta, interesada. Regreso a la toma…la oscuridad reinante, que se agradece para entrar en clima, agregaba confusión. Sencillamente no sabía por dónde empezar a reparar ese desastre y las disculpas del pibe, enojado con su noviecita histérica que se ganó un “¡¡Te dije que no compráramos esto!!” no sirvieron de nada. Permanecí parada unos cuentos segundos hasta que la quemazón de mi mano, con cambio de color, se hacía más evidente (Cabe aclarar que todo alimento…especialmente líquido y semilíquido calentado en horno de microondas llega a su máxima potencia un tiempo después) y sólo un chorro de agua fría enfriaría la cosa. Fue en ese preciso instante en que mi mente recordó que la ocasión para usar alguna de las “cosas de más de mi cartera” había llegado. Rescaté como puede de mi manchada cartera el botiquín salvador con una adermicina crema insólitamente preparada para calmar la quemadura y evitar la ampolla. Al regresar del baño…las palpitaciones seguían…la impotencia seguía…pero el sorbo de agua…de esa botella que también suma mucho peso hizo su aporte para bajar los decibeles…y al rato…recurrí al placebo de las flores de bach…frasquito de vidrio que de igual forma hace ganar kilos a mi cartera. Así…poquito a poco fue entrando en sosiego….lista para sumergirme en la Inglaterra del siglo XIII deseando que un flechazo del héroe de los pobres atravesara mi corazón románticamente y lista para confirmar que “mujer precavida…vale por dos” The End.
sábado, 5 de junio de 2010
viernes, 4 de junio de 2010
Soy una hormiga
Hormigas trabajando...Hay un cartel que dice..."Se ruega hacer silencio y no molestar"...rezaba una canción de Carlitos Balá...si mal no recuerdo. Así me siento hace muchos meses...como una hormiga que trabaja y trabaja incansablemente con la salvedad de que lo hace en medio del ruido y el caos. Esta entrada muy mal escrita persigue únicamente el objetivo de hacer una aparición que pise la precedente con fecha 3 de marzo...en ocasión de reseñar el terremoto de Chile. Al menos en los medios nacionales ya no se habla del tema porque las cosas son así...porque vivimos un tiempo sin tiempo...porque es humanamente imposible cumplir con todo. Pero mi paranoia tecnológica ganó la partida y no podía quedarme tranquila sabiendo que no hago nada por mi blog desde hace tanto tiempo.
Quiero tiempo pero tiempo no apurado...rezaba otra canción de mi infancia...de María Elena Walsh...
Quiero tiempo pero tiempo no apurado...rezaba otra canción de mi infancia...de María Elena Walsh...
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