miércoles, 14 de octubre de 2009

Cada cual atiende su juego...

Como parte de mi tarea profesional, me he habituado a la consulta diaria de cartas de lectores en diversos medios gráficos. A los fines de localizar tópicos de interés para un relevamiento de medios en el ámbito gubernamental donde me desempeño, descubrí mucho más que la mera queja por un árbol caído en el barrio de Palermo y la naif pretensión de que el funcionario de turno corrija la falta con la premura deseada.
Tradicional espacio de opinión, en algunos casos de genuina catarsis, es una costumbre a la que le he tomado el gustito por motivos varios. Con algunas de ellas me conmuevo (el eterno agradecimiento a ese camionero atento cuya maniobra salvó de una muerte segura en ruta a toda una familia, el reconocimiento a la labor de un médico y el absurdo refuerzo discursivo de su gesto humano.No debería existir otro modo de ser médico que el poseer intrínsicamente valores de buena gente; pero... por alguna razón la gente necesita marcar la diferencia) Otros mensajes me despiertan una matinal carcajada que compensa la lectura de los absurdos reclamos de algunos lectores: es tal su grado de ingenuidad que sospecho que creen que viven en el país de las maravillas…y al menos yo...la única Alicia que conozco es la platinada cuñada de nuestra reina Cristina. ¡¡Me dan ternura!!
Así, merced a este diario ejercicio… di con la carta de Liliana Viali que paso a compartir con ustedes:

¡Despertemos!"
Señor Director:
"¿No seremos nosotros? El 28/9 concurrí temprano al Hospital Alemán. Había poca gente y mientras esperaba, miraba a las personas. Observé que una señora mayor, al sentarse, la mitad de su abrigo fue a parar sobre otra persona; ni siquiera se disculpó. Pero tampoco solicitó disculpa la persona afectada.
"Otra llevaba una paciente en una silla de ruedas y al doblar en un pasillo una de las ruedas de la silla pasó sobre el zapato de un señor. No hubo pedidos de disculpas. Tampoco el señor solicitó disculpas.
"El domingo en un local de la calle Florida un joven pasó a mi lado, pero su hombro fue a dar en mi cuerpo, bah... un empujón..., fue su madre quien se disculpó.
¿No será que nosotros estamos anestesiados y todo da lo mismo?
"Si es así, cuando termina el efecto de la anestesia, se vuelve al estado natural. ¡Despertemos!"
Liliana Viali
liliana_viali@hotmail.com

Me pareció un buen modo de regresar a mi abandonado blog…hacerlo al menos desde la identificación. Comparto el diagnóstico de esta lectora. Sin duda, ¡¡ESTAMOS ANESTESIADOS!!
Desde este clásico espacio de La Nación, Lili gritó tipográficamente un ¡Despertemos! Yo me sumo desde mi menos glamoroso blog para sugerir lo mismo…¡¡DESPERTEMOS!! Lo que más me tranquilizó al leer sus líneas es que le inquietan las mismas cosas. Este adormecimiento de civilidad no sólo se ha incrementado virulentamente sino que caló hondo también en viejas generaciones. Ser un ente no es sólo patrimonio de los más jóvenes. Hace unos días, en mi andar por una vereda de Floresta /Mataderos, daba por hecho que una señora frenaría la barrida con sólo advertir mi proximidad a su puerta…pero ¡¡¡no!!!…frenética e impávidamente continuó levantando polvareda y como pude, con la poco sonoridad que le quedó a mi garganta casi asfixiada, logré advertirle “Señora... Tengo lentes de contacto…me deja pasar un momento”. Se escuchó un aletargado “Ah mnmmm”. Ni fu ni fa…le dio absolutamente lo mismo. Anécdotas del estilo tengo miles…estar por ocupar una mesa…y como quien no quiere la cosa…quedarme mirando como un grupete masculino me la arrebata sin mosquear. Siento que al menos los porteños hemos sido muy obedientes. Poco memoriosos para cosas importantes, nos hemos aprendido al dedillo aquel jueguito de la infancia… ¿Cómo era? Antón, Antón, Antón pirulero, cada cual, cada cual, atiende su juego, y el que no, y el que no, una prenda tendrá. Y sí…los que por algunos momentos dejamos de tocar nuestro propio instrumento, para al menos arrimar el oído a la música que tocan otros, sentimos que desentonamos en nuestra pretensión de mayor “conexión humana”. Salir de la propia burbuja no implica “perderse”, por el contrario, es estar “en armonía” con el otro, con el mundo, dialogando la vida, no monologándola. Si en el juego de la vida, me tocó en suerte ejecutar el violín, puedo detenerme unos instantes a ver que le pasa al saxofonista, para luego volver a entonar mi melodía. Pero claro, un cuerpo anestesiado es incapaz de sentir. Si no consigue despertarse…permanecerá inerme, como muerto. No se de qué modo resolver este riesgoso estado de “todo da lo mismo”…por mi parte…por lo pronto me interesé en lo que escribió la Sra. Viali …ya es un paso…ojalá se sumen más instrumentos a la orquesta!!!